El Urbanismo
La urbanización, en tanto que fenómeno social, genera, en toda aquella civilización en que se materializa, una proyección característica en el diseño orgánico del asentamiento urbano típico.
La disposición de los edificios privados y públicos de una ciudad y la distribución de las arterias de comunicación intraurbana, así como las fortificaciones, reflejan tanto las necesidades como las aspiraciones de la comunidad, las cuales se concretan, como es lógico, en el marco existente de las contingencias ecológicas y tecnológicas del momento y el lugar.
Una labor sin duda fascinante consistiría en poner en correlación los rasgos específicos comunes de los modelos urbanos de una determinada civilización con las actitudes esenciales de carácter social, económico y religioso de sus fundadores; habría que exceptuar, en cualquier caso, los modelos de ciudades claramente ajenos que se imitan en ocasiones, o que se conservan por extrañas razones, como es el caso de la difusión universal que ha tenido el modelo de planta reticular.
A pesar de que la correlación que hemos propuesto no se pueda descubrir jamás, hay que tener siempre presente la existencia misma de estas relaciones.
En Mesopotamia, nos encontramos desde el principio con una traba inmensa, debido a la falta de documentación escrita sobre el tema. De hecho, el estudio del urbanismo sólo puede lograr resultados satisfactorios cuando los informes arqueológicos se corresponden con los testimonios literarios, y ambos dan cuenta de una diversidad y elucidación suficientes con respecto al proceso de urbanización.
De la historia antigua del hombre que conocemos, es en la historia de la ciudad griega donde se dan con mayor claridad estas condiciones ideales, concretamente, en la historia de aquel fenómeno único que fue las polis.
En efecto, sólo allí podemos seguir el proceso de urbanización en sus distintas fases características: desde su comienzo, concebido y caracterizado como un synoikismós, hasta su gloria efímera, pero sin duda espléndida, seguida de su desmoronamiento político y su fosilización prolongada, destinada ésta a conservar su semilla para las civilizaciones futuras.
Ahora bien, el que esta información haya sobrevivido hasta nosotros obedece exclusivamente al hecho de que la gente que vivió en estas ciudades se mantuvo lo suficientemente despierta y organizada como para entender, describir e interpretar el proceso en cuestión. Más aún, lograron incluso reconocer el problema que debatimos en este apartado, a saber: la relación entre los rasgos físicos de una ciudad y las pautas de comportamiento e ideológicas de sus habitantes.
Archivo Sonoro
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